Días atrás ABC daba la noticia de que en Baena, donde la presencia de las palomas se había convertido en un problema para la población, se estaban utilizando los servicios de un cetrero. El objetivo era poner fin a una situación que creaba serias dificultades al vecindario. La cetrería, entendida como al arte de criar, domesticar, enseñar y curar a los halcones y demás aves que sirven para la caza de volatería, es un viejo arte que tuvo uno de sus momentos de mayor esplendor en la Edad Media y que en el tiempo presente es uno de los oficios que casi han desaparecido. Se haya hoy limitado a actividades muy concretas como la que realizan en los aeropuertos para que sus halcones espanten a cualquier clase de aves que vuelen en la zona para evitar los problemas con que se encontrarían los aviones en vuelo.
En nuestra Edad Media, importantes personalidades, como reyes o infantes, y algunas de las plumas más celebradas de la época dedicaron obras a la cetrería. Lo hizo el infante don Juan Manuel en su Libro de caça del que sólo se ha conservado una parte. También le dedicó un tratado el rey Alfonso X el Sabio: el Libro de los animales que se caçan, aunque en realidad se trataba de la traducción, llevada a cabo en la toledana Escuela de Traductores que tanto impulsó el monarca castellano, de un libro de cetrería musulmán, obra de un halconero bagdadí del siglo X. También le dedicó otro tratado el canciller don Pedro López de Ayala: Libro de la caza de las aves que, al parecer, redactó durante el tiempo en que estuvo preso de los portugueses, tras la batalla de Aljubarrota. Fuera de nuestras fronteras le prestó atención Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, autor de De arte venandi cum avibus, y a Enrique I, duque de Baviera y rey de la franja oriental de Francia, se le conoce con el nombre del Pajarero por su afición a la cetrería.
Las palomas en nuestro tiempo gozan de una más que notable benevolencia, principalmente desde que fueron consideradas como un símbolo de la paz. Dicha circunstancia ha llevado que proliferen en gran número, dada la facilidad que tienen para reproducirse. Pese a los graves problemas, y que son de muy variada índole, que acompañan a las palomas, siguen siendo animales a los que se dispensan alta consideración. Hoy, no sólo en Baena, sino en todos los lugares donde se asientan, representan un serio problema. La composición química de sus deposiciones -más allá de la suciedad que lleva implícita-, mancha y corroe la piedra.
En muchos monumentos han tenido que tomarse medidas «defensivas» para evitar su anidamiento y los deterioros que se derivan de ello. No resulta fácil espantarlas de un lugar del que han tomado posesión y «con astucia» suelen hacer frente a quienes tratan de alejarlas. En algunos lugares, como la veneciana plaza de San Marcos, se han convertido en una gran molestia para los viandantes, y quienes se acomodan en algunas de sus terrazas para degustar un café o merendar -también en el bulevar del Gran Capitán de Córdoba capital- pueden hacerlo, si las palomas se lo permiten.
Lejos queda el tiempo en que el hidalgo manchego creado por Cervantes añadía a su condumio dominical algún palomino -pollo de la paloma- para completar la olla, el salpicón o los duelos y quebrantos.
(Publicada en ABC Córdoba el 16 de noviembre de 2016 en esta dirección)